Yolanda Vaccaro: Prensa y casas reales

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Casas reales y la información

Por: Yolanda Vaccaro Corresponsal
Domingo 19 de Junio del 2011
“Fatal, fatal, fatal. Como decís que estoy mal… Lo que os gusta es matarme y ponerme un pino en la tripa todos los días. Eso es lo que hacéis la prensa”. Con esta frase destemplada, y con gestos de enfado, el siempre correcto rey Juan Carlos I increpó a los periodistas que hace unos días acudieron al Palacio de la Zarzuela a cubrir el primer acto del monarca, tras ser operado de una de sus rodillas. El rey pensó que no había cámaras, pero sus palabras habían sido grabadas en video y al poco rato ya estaban en Internet.

Tras el incidente, la casa real anunció que limitaría en extremo la acreditación de la prensa, restringiéndola solo a fotógrafos. Pocos días después, dio marcha atrás por la sorpresa generalizada que tal medida desató y que ponía en entredicho la transparencia de la que la monarquía española siempre ha hecho gala.

Pero el debate quedó servido y siguen corriendo ríos de tinta al respecto. ¿Hasta dónde llega el derecho a la información a la hora de cubrir noticias sobre la monarquía? La realeza española ha tenido una relación muy buena con la prensa. Otras casas reales europeas no se quedan atrás.

“Muchas han sido las críticas sobre el tratamiento ‘light’ que la prensa da a las informaciones sobre la familia real de España”, señaló el diario “El Mundo”. Y es que hay un pacto tácito entre los medios de comunicación españoles de no socavar a la monarquía minimizando o muchas veces soslayando informaciones que se consideran podrían empañar su imagen. Este pacto tácito tembló cuando, en el 2003, se anunció el compromiso matrimonial entre el príncipe Felipe y quien poco tiempo después sería la princesa de Asturias, la periodista Letizia Ortiz. Al principio hubo intentos de difundir el pasado de quien sería Letizia de Borbón, una mujer divorciada y, según testimonios de sus conocidos, hasta ese entonces agnóstica. Pero la mayor parte de medios cerró filas y evitó difundir los datos polémicos sobre quien está llamada a ser algún día la reina de España.

Según el Código Penal, “el que calumniare o injuriare al rey o a cualquiera de sus ascendientes o descendientes, a la reina consorte o al consorte de la reina, al regente o a algún miembro de la regencia, o al príncipe heredero de la Corona, en el ejercicio de sus funciones o con motivo u ocasión de estas, será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años si la calumnia o injuria fueran graves, y con la de multa de seis a doce meses si no lo son”.

No sorprende, pues, que la prensa española trate a su familia real con pétalos de rosa. Tanto es así que el Tribunal de Estrasburgo, a raíz de un caso sobre supuestas injurias contra el rey, sentenció que el monarca español está sobreprotegido.

Está claro que el tratamiento periodístico que se da a las casas reales y a sus miembros es mucho más abierto en la mayor parte del resto de países europeos que cuentan con monarquías. Y seguramente el paradigma de ello es la familia real británica, la que más portadas ocupa en el mundo.

Probablemente no habría biblioteca o videoteca capaz de albergar la cantidad de reportajes controvertidos sobre el príncipe Carlos y su relación con la recordada Diana de Gales.

La reina Isabel ha pedido varias veces respeto por la vida privada de su familia, pero nunca los medios británicos han sido sometidos a censura alguna, al menos no de forma conocida. Solo en enero pasado, a raíz de las publicaciones de unas conversaciones privadas en el Palacio de Buckingham, el Ejecutivo inglés promulgó una ley que impide que los medios de comunicación puedan hacer eco de las conversaciones de Isabel II y los príncipes Carlos y Guillermo.

Por su parte, la casa real de Holanda puede presumir de una relación bastante correcta con la prensa.

El Código Mediático, para la protección de la vida privada de los miembros de la casa real holandesa (2005), establece que la intimidad y la privacidad tienen jerarquía respecto del derecho a la libertad de expresión.

Sin embargo, en el 2001, cuando se anunció que la economista argentina Máxima Zorreguieta iba a contraer matrimonio con el príncipe heredero, Guillermo Alejandro, los medios de comunicación no fueron coartados y difundieron el pasado colaboracionista del padre de Máxima con la dictadura argentina. Finalmente, los holandeses dieron el asunto por zanjado y hoy Máxima es una princesa que se ha sabido ganar el cariño de los holandeses.

Transparencia en Suecia y Bélgica
Suecia se convirtió en 1776 en el primer país en reconocer la libertad de prensa al establecer que los ciudadanos tienen el derecho de supervisar a todas las autoridades.

Y la ley se cumple a rajatabla. Lo demuestra el tratamiento abierto que la prensa dispensó a los noviazgos de la princesa Victoria y de sus hermanos, los príncipes Magdalena y Carlos Felipe. Pero, sobre todo, el hecho de que a nadie se le ha ocurrido impedir la publicación del libro “Soberano a su pesar”, que describe al rey Carlos Gustavo como un playboy.

Algo similar ocurre en Bélgica, donde es sagrado el axioma “la prensa es libre”, tal como lo establecen la Constitución y la Ley de Libertad de Prensa de 1831. Los medios de comunicación belgas no tienen limitaciones para difundir informaciones sobre la familia real.

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